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Villa Constitución
Violencia de Género del hombre hacía la mujer
Es una minoría quien sigue denunciando, aunque el porcentaje vaya en aumento. La mayoría de las víctimas lleva años sufriendo maltrato, que afecta también a los hijos y las hijas.
Por Nadia Horst
Profesora en Ciencias de la Educación,
especializada en Problemas de Aprendizajes.
La falta de denuncias no debería impedir la intervención de las autoridades policiales y judiciales, si tienen noticias de su posible existencia, ni que las víctimas puedan hacer uso de los derechos que las asisten y de los recursos existentes. Entre los factores que ayudan a entender por qué no piden ayuda, hay que destacar la falta de información y la desconfianza en la eficacia de la protección que puedan recibir, el miedo al agresor, la falta de independencia económica y la esperanza de que su pareja cambie.
Es importante reflexionar y la mejor manera es a través de un ejemplo del tipo… “Hasta qué la muerte nos separe”.
Hace tiempo, aproximadamente 40 años, una familia compuesta, por madre, padre y dos hijos; vivían en una casa con la mayoría de las comodidades. Sin problemas graves de salud ni problemas económicos; llegan a fin de mes con lo justo, pero eso no era problema por el momento.
Con el pasar del tiempo el padre, se convirtió en un gran “ogro”. Comenzó a agredir verbalmente a su esposa, tratándola de inútil, inoperante, incapaz de realizar tareas domésticas y el cuidado de sus hijos.
La cuestión es que este hombre, salía a la calle con una gran sonrisa y haciéndole bromas a todo el mundo. Al llegar a su casa, volvía a convertirse en “ogro”, denigraba a su esposa, al punto tal que ella se convirtió en una mujer sumisa y obediente a cada pedido que le realizaba su esposo, dócil en busca de paz, pero él la agredía constantemente.
Con el pasar de los años, comenzaron los golpes, no solo a su esposa, sino también a sus hijos. La niña menor intentaba intervenir en las discusiones para que su papá no le pegara a su mamá. En tanto el varón, mayor que la niña, trataba de rebelarse y enfrentarlo. El hermano mayor desafiaba a su padre tenazmente, hacía todo lo que a él le molestaba. Luego le pegaba, pero este adolescente hacía caso omiso a lo que su padre le decía.
Con el pasar del tiempo la niña creció y llegó a cumplir veintiocho años sin despegarse de su madre, ni a sol ni a sombra. El hijo de la pareja tomó un nuevo rumbo y partió a otra ciudad, luego de haber terminado sus estudios secundarios.
La muchacha velaba por su madre, hasta que decidió irse a vivir en pareja. Ante este episodio, la mujer llama a diario a su madre para saber cómo estaba.
Pasaron algunos años, la madre seguía viviendo en la sumisión y su vida era la casa. Él mantenía relaciones extramatrimoniales y su esposa lo sabía, pero se quedaba sin saber dónde ir, agachando la cabeza y diciendo a todo que sí. Nunca se reveló, nunca dijo nada.
Un día comenzó a tener desvaríos psicológicos. Fue a psiquiatras, neurólogos y todos acertaron en decir que era una enfermedad mental. Ella iba decayendo progresivamente, hasta que un día ya no se levantó de la cama.
Su hija iba a bañarla, le lavaba el cabello, le cambiaba la ropa y se encargaba de que de alguna manera mejore, aunque jamás obtuvo respuestas. Un día su hija y su esposo programaron un viaje al exterior, ella fue internada ese día, cuando ellos viajaban y la hija recibía mensajes que le decían que su madre se encontraba internada en Terapia Intensiva, y su hija no contaba con el dinero para regresar en un vuelo anterior.
Al llegar, su hija fue volando al sanatorio donde se encontraba su madre y a partir de ese momento siempre la cuidó. La señora ya casi sin conocer a nadie y hablando con un hilo de voz, le dijo a su hija que la quería mucho. Esas fueron sus últimas palabras, cerró los ojos y al día siguiente falleció.