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Villa Constitución 04/08/2020

¿Y mi media naranja donde está?

Encontrar la media naranja es una ficción, ficción que puede concretarse en el momento del enamoramiento.



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Cuando nos enamoramos efectivamente sentimos que el otro nos completa, que hayamos justo lo que nos faltaba. Bueno, esto es una ilusión, y como tal, refiere a una deformación óptica: no vemos las cosas tal cual son, sino tal cual somos y tal cual nos sentimos en ese momento. De modo que el otro no es tal, sino que es según como el amante lo ve. De allí que en el momento del enamoramiento se juegue una mentira. Detengámonos en la resonancia de la palabra: enamora-miento: en este momento se produce un montaje ficcional donde el otro ya no es el mismo que era antes, ahora está maquillado a nuestro gusto, casi no tiene defectos, es “EL hombre” o “LA mujer”. Es ese que justo encaja conmigo de forma perfecta. Es mi otra mitad, es el amor de mi vida.
¿Se visualiza entonces por qué es una mentira? porque uno no está enamorado del real, sino que está enamorado de la imagen que construyó del otro. Y si bien no es una mentira consciente, es una mentira al fin.   

Esta construcción mentirosa que se hace del amado, lo muestra agrandado y enaltecido, es alguien que casi no tiene defectos, y esto se produce a través de un mecanismo inconsciente denominado por Sigmund Freud como Idealización. Por tanto, en el enamoramiento se produce una Idealización del amado, es decir se lo eleva a la condición del ideal, así deja de ser Juan para pasar “el ideal”, “el perfecto”. No obstante, tal como todo lo que se eleva demasiado, en algún momento cae, en algún momento el príncipe se destiñe, la princesa se vuelve real y el amor romántico con su consecuente historia mágica, se desvanece.

A grandes rasgos, a esto refiere la fórmula Lacaniana de la "No Relación Sexual", es decir, que no hay posibilidad de hallar complemento con el otro, no hay proporción, común medida. ¿Qué quiero decir con esto? Que es una ficción la completud en el amor, la fusión amorosa de los amantes. Para decirlo con otras palabras: las piezas no encastran, siempre queda una hendidura que marca la incompletud que hay entre los dos. ¿Y cómo se expresa este desajuste? Se expresa en la heterogeneidad de pensamientos y sentimientos, es decir, no se establece una paridad de sentires: el amado no ama al amante tal como el amante lo ama a él. Por más que sea el mismo sentimiento, diverge, porque aquellos que lo experimentan son distintos. Y tal como decía Sigmund Freud si hay dos que siempre piensan igual, es porque uno está pensando por ambos, y -agrego yo- uno de los sujetos suprime su propia posición a sumisión del partenaire.

 

Entonces, los encuentros entre los sexos son fallidos: encuentros donde un cuerpo nunca termina de encajar con el otro, donde una palabra no termina de cerrar en el que escucha, donde una acción hecha por el amado no era justo lo que el amante quería que haga, donde el orgasmo no es de a dos, y donde los goces no son los mismos. ¿Se comprende ahora lo complejo del asunto?. Hay fricciones, hay diferencias. Los vínculos fallan, pero aún así, hay relaciones sexuales y se establece un tipo lazo que llamamos amor. Este lazo se crea entre dos personas diferentes y estas diferencias se presentan como un no saber qué hacer con el otro sexo. No sabemos qué hacer con el otro, no hay reglas universales que estipulan qué es lo que 'corresponde' hacer en las relaciones y lo que no. Frente al no saber, los amantes construyen, inventan en un entredós un saber-hacer que se funda como lazo, se manifiesta como un nosotros y se instaura como posibilidad de relación sexual. Esto es el amor.

 

Si el amor conlleva creación y construcción, en algún punto el amor muta en función de los intereses, proyectos, anhelos, pensamientos de cada uno de los miembros de la pareja. Ahora bien, cuando uno de los sujetos se estanca en este proceso de invención, la pareja entra en crisis, porque ya no es entredós, ya no hay un nosotros.

 

Por lo tanto, el amor como lazo se sostiene en una dialéctica que implica la invención, estructuración, desestructuración y reestructuración de las convenciones, acuerdos, pactos, proyectos que hacen a la relación. Pero esto no es un contrato de amor, es un saber-hacer con las diferencias que se suscitan en las parejas. Este saber-hacer se construye en la singularidad, en el caso por caso, ya que no hay universales, no existe “el amor perfecto” o “la mejor relación”. No se trata de generalizaciones y cálculos que determine cuál es el amor verdadero, sino de la contingencia del amar y del encuentro sexual.