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Villa Constitución 18/08/2023

“Aprendí a valorar lo que tengo y no deseo lo que me falta”

Profesora de Educación Física, amante de los deportes y la actividad al aire libre y entregada desde pequeña a los caminos de la religión. “Agradezco todo lo que tengo”.



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MARÍA CECILIA ZINGONI (53), es simplemente “la Checha”. Muy conocida en nuestra ciudad por sus tareas, dentro de los colegios, pero especialmente, fuera de ellos. Es en las aulas donde los más pequeños y sus padres la adoran y, fuera de ellas, su quehacer diario está directamente ligado al prójimo, a mejorarle la vida a los demás, siempre enfocada en los mandatos de Dios. “Todo lo heredé de mi mamá y mi papá, que nos inculcaron con el ejemplo, lo saludable que es hacerlo”, declaró en el programa “RETRATO”, que conduce cada lunes desde las 21.15, Marcelo Pellegrini, por Canal 4 y Facebook: diario la ciudad.

Lo primero que tenemos que decir, es que sos una “forastera”, jajajaja. 
“Claro, porque nací en Arroyo Seco ya que mi familia o parte de ella, es de allá. Entonces, mis viejos conocían a los médicos de esa ciudad y le tenían confianza. Mis padres ya vivían en Villa, pero hacía muy poquito, así que decidieron que yo nazca allá, porque eran de Arroyo”.

Existen muchas familias de apellido Zingoni en Villa y Arroyo. ¿Cuántos son parientes?
“Todos los Zingoni de la región somos familiares. Es un apellido que llegó de Florencia, Italia a través de nuestros abuelos y se fue agrandando, pero siendo todos parientes. No somos como los González, que hay muchos y algunos no tienen nada que ver, nosotros sí”.

¿Única mujer de la familia?
“Tengo tres hermanos mayores, así que imagínate como me fui criando, jajajaja”.

Contame… 
“Y siempre estaba con ellos, porque además, no había muchas chicas en la cuadra. Te estoy hablando cuando era chica, después, una va yendo a otros lugares a jugar. Así que mi lado femenino lo fui perdiendo al estar con ellos. Mis gestos, yo digo que son masculinos, y fue por eso, pero no me arrepiento, al contrario, fue hermoso poque me permitió vivir muchas cosas y mi infancia fue muy linda”.

¿A qué colegio fuiste?
“Yo fui a la Cristo Rey, a pesar que se nos hacía difícil, porque mis padres eran de una enorme Fe e hicieron mucho esfuerzo para que pueda cursar. Formaban parte de la cooperadora”.

¿Eran una familia humilde?
“Si, porque papá se tuvo que jubilar por un problema de cadera que no le permitió trabajar más donde estaba y, a mis 11 años, mi mamá comenzó a ser portera de la escuela para poder tener algún ingreso más. Igual, mi papá trataba de rebuscársela de la manera que podía”.

¿Sufriste mucho esa situación?
“Mis padres siempre me enseñaron que debía ver el vaso medio lleno. Yo nunca padecí las cosas que me faltaban o deseaba a esa edad. Como ejemplo, te cuento que yo soñaba con conocer el mar, es mi pasión al día de hoy, que ya lo disfruto. Pero en ese entonces, no podíamos ir y yo le pedía a una familia amiga que me la traiga en un frasco. Cuando me llegaba, yo decía, menos mal que no fui porque es muy fea, ya que era sucia y no me perdía nada”.

¿Tu Fe en Dios nació desde muy chiquita?
“Es que mis padres siempre hicieron apostolados, yendo a los asilos de ancianos, al Cottolengo, instituciones y me acuerdo que íbamos, porque me llevaban, al hospital viejo, donde antes, mucha gente de la calle se llegaba para dormir allí. Mi papá se encargaba de cortarles las uñas, el pelo, asearlos y esas cosas. Por eso yo no tengo asco de nada y comparto todo con todo el mundo”.

Es decir que sos una ferviente cristiana por el ejemplo de tus padres
“Sin dudas, yo los veía a ellos y eso era lo que estaba bien. Muchas veces les cuestioné cosas, por ejemplo, cuando discutían o gritaban y yo se los decía. Me contestaban que si no estarían en la iglesia, sería aún peor y tenían razón”. 

¿Tuvieron la libertad de elegir, vos y tus hermanos o la religión fue impuesta?
“Fuimos libres para eso. De hecho, uno de mis hermanos fue a seminario y los otros, nada que ver. Yo estaba entre estudiar para monja o ser profe de Educación Física, nada que ver una cosa con la otra, pero creo que no hubiese podido estar tan quieta y por eso, sigo haciendo ambas cosas de la manera que me sale”. 

Dios te guía y te mantiene en equilibrio, a pesar de las malas situaciones de la vida
“Te cuento que estuve un año sin reírme, literal. Tuve la muerte de algunos seres queridos, de sobrinas muy jóvenes y otras tantas más. Estuve realmente muy mal, pero nunca se lo cuestioné a Dios, al contrario, él me mantenía viva. Un día, en Mar del Plata, una ola me pegó muy fuerte, me tumbó y me levanté con toda la malla caída y mis partes íntimas al aire, jajaja, cuando me vi, me empecé a reír y a partir de eso, me di cuenta que había superado mi estado de depresión. Dios te manda señales y uno debe saber interpretarlas”.