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Villa Constitución 28/12/2020

Finalizaciones: Entre las pérdidas y las novedades.

Artículo de opinión por Vittorina Bodrero, Psicóloga - Mat. 8484.



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Como toda celebración, las fiestas de fin de año inscriben ceremonias; estas son prácticas, sucesos o acontecimientos que sitúan un tiempo y un espacio, de modo que posibilitan que nuestra cotidianeidad se detenga por un momento. Las interrupciones en el calendario laboral parecen algo menor, pero no lo son, de allí que es pertinente introducir las siguientes preguntas: ¿Qué sería de nuestra vorágine diaria sin un corte que marque el fin y el inicio del año? ¿Se imaginan una vida sin celebraciones que indiquen un cierre y un volver a empezar?.
De modo que, si bien las ceremonias hacen referencia a momentos festivos, lo fundamental es que cada una de ellas, sea cual sea el motivo que las anime (cumpleaños, casamientos, velorios, egresos, entre otras), implican una mixtura entre lo que se pierde y lo que se inaugura como novedad. Por tanto, cada celebración da lugar a cambios, a movimientos, lo cual no deja de estar en relación con la pérdida. Si me remonto a las fiestas de fin de año, aquello que se pierde tiene que ver con lo que no se logró: metas, proyectos, ideales, creencias, pensamientos, posiciones ante la vida, y esto es porque estamos siendo, aprendemos y cambiamos cada vez -aunque hay cuestiones inherentes a la persona que permanecen-. Estas fiestas introducen un trabajo de duelo, es decir, implican poder incorporar que ‘no todo es posible’, y que esto no refiere necesariamente a algo negativo, sino que introduce el propio movimiento de la vida: que es que para que algo se desee, es preciso que algo me falte, que algo no salga como yo esperaba, es decir, que no se produzca una correspondencia cabal entre nuestras aspiraciones y las metas acontecidas. De allí que siempre quedará una hiancia, algo que no cierra, por eso, es el tránsito por la vida la que nos enfrenta una y otra vez con el ‘no todo’, algunas cosas sí y otras no, y esto que ‘no se produjo’ pulsa a más, de ahí que cada año nos reintroduce en la esperanza de que algo cambie, de que podamos lograr aquello que en el anterior no. Dicho con otras palabras, entre la brecha de la vida y la muerte, entre lo que fue y lo que será, escribimos nuestros anhelos, proyectos, metas, todo aquello que nos mueve, que nos hace sentir vivos.
Y por otra parte, la dinámica del existir no solo nos enfrente a lo fallido, sino que también nos somete al encuentro con la novedad, con lo inesperado, aparece lo no calculable que nos puede sorprender gratamente, como por ejemplo encontrar el amor, o nos puede sorprender de forma negativa como fue la Pandemia. Frente a aquello novedoso que nos introduce cada año, cada uno hace lo que puede con los recursos con los que cuenta. De ahí la importancia de sobreponernos frente aquello que nos acontece desde nuestras propias herramientas, a partir de jugar con aquello que aparece como imprevisto, y crear desde allí algo nuevo.
Recapitulando, las fiestas de fin de año inscriben un momento de concluir, lo cual no indica una finalización completa, pero si es un momento que implica un dejar atrás, en suma, una pérdida. Es decir, todo inicio acarrea la necesidad de un cierre, porque si no lo hay, no hay novedad, sino que hay repetición de lo igual pero de forma disfrazada (por ejemplo, una persona se separó de su pareja pero no elaboró la pérdida, de ahí que las nuevas elecciones sean una repetición de lo mismo, pero de forma ‘desfigurada’). En estas celebraciones finales, aquello que se pierde son -en términos generales- mis metas pasadas, ahora bien toda pérdida no es sin la apertura de un nuevo campo de posibilidades como es instituir nuevas expectativas para el año siguiente, es decir, se trata de fiestas que instituyen un momento de conclusión que funciona como condición de posibilidad, en tanto que habilitan a algo nuevo.
Dicho lo cual, toda celebración incluye (lo que no implican que estén) momentos de ‘felicidad’, de ahí que se deseen ‘Felicidades’. Ahora bien, cuando deseamos felicidades ¿Qué es lo que estamos deseando? ¿Le estamos deseando felicidad plena? ¿Hay posibilidad de eso? Desde mi posición, desearle a otro ‘felicidad’ no tiene que ver con ideales de completud, sino que se refiere a desearle pequeños momentos, sonrisas, gestos de amor y alegría. Le deseamos transitar sus días con un poquito menos de padecer, al menos ese es mi deseo para ustedes hoy.
Poder incluir que ‘no se puede todo’, que ‘no hay felicidad plena’, ‘amor al modo de la media naranja’, no solo podrá posibilitar a la persona a vivir con menos padecer, sino a incorporar  que las situaciones no siempre serán perfectas y que la felicidad no es constante, sino que es por momentos. Así, poder incluir lo fallido es condición de posibilidad para rastrear su propia versión de la felicidad y del amor, no al modo en que la impone el mercado, sino en la forma de cada uno, con su singularidad, con sus tropiezos y desperfectos, logra efectivamente celebrar, amar y vivir momentos felices.
Por eso, mi deseo para ustedes hoy, es que deseen, que instituyan metas y proyectos, siempre a sabiendas de que ‘no todo es posible’. Es una invitación a celebrar sin querer abarcar todo, sin esperar que ‘todo sea perfecto’, es un festejar festivo.